sábado, 19 de marzo de 2016

LA LLUVIA EN LA MAZMORRA de Juan Ramón Biedma (CON PEQUEÑA ENTREVISTA FINAL)

Resulta curioso cómo a veces salen las cosas. Quién me iba a decir a mí que animarme a última hora a acudir a una de las iniciativas de Getafe Negro, me iba a llevar a conocer a un autor que me tiene tan fascinada. Porque hasta ese 23 de octubre nada sabía de Juan Ramón Biedma y ahora me cuenta entre sus fans más fieles. Hacía mucho que un estilo no me sorprendía tanto como el suyo, capaz de renovarse en cada novela, tocando palos, paisajes, personajes y temas completamente diferentes. Biedma es un camaleón, se transforma en cada texto, por eso, quizá, resulta tan adictivo. En "La lluvia en la Mazmorra" nos lleva hasta los tres últimos días de la dictadura de Primo de Rivera y a las calles de Madrid. Y lo hace poniéndonos al lado de Enrique Jardiel Poncela, que se erige en el gran protagonista de la novela, de la joven dramaturga Marcela, del sereno Hernán, de la profesora Antolina. Todos terminan investigando varios extraños sucesos entrelazados y que convergen en unas cartas destinadas al rey Alfonso XIII que han desaparecido y que pueden tener crucial importancia en el destino del gobierno y del país.

EL AUTOR: JUAN RAMÓN BIEDMA

Nacido en Sevilla y licenciado en Derecho, trabajó en la gestión de emergencias compartiendo esta actividad con las de guionista y crítico cinematográfico además de locutor de radio. También ha colaborado en publicaciones y antologías como “La lista negra”, “Aquellarre” o “Guernika variaciones”. Con “El manuscrito de Dios”, su primera novela editada por Ediciones B, consiguió la Mención Especial del Jurado en el II Premio de Novela de la Semana Negra de Gijón en 2004. A continuación llegaron “El espejo del monstruo” y “El imán y la brújula”, también editadas en Ediciones B. Con esta última consiguió los premios Hammet, Novelpol y Crucedecables a la mejor novela policiaca del 2007. Posteriormente publicaría “El efecto Transilvania”, la novela gráfica
“Riven” y “La ciudad observatorio”.

En junio de 2010 publica “El humo en la botella”, ganando de nuevo el premio Novelpol y que resulto finalista en los premios Hammet, además de obtener el Premio Especial de la Dirección de la Semana Negra de 2010. Ya en febrero de 2011 aparece “Antirresurección”, que obtuvo el premio Celsius a la mejor novela fantástica del año y fue finalista en el premio Novelpol. Ya en 2014, y como os he señalado antes, consiguió el Premio Valencia de Novela Negra con “Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado”. Sus obras cuentan siempre con una muy buena acogida de crítica y lectores y han sido traducidas al portugués, griego, alemán, ruso y turco.

MADRID, 1930

Mientras representa "La zapatera prodigiosa", la conocida actriz Ana Ermitaño es asesinada. Herida de muerte por un cuchillo clavado en su espalda y, aunque ella ha intentado tapar la hemorragia para continuar la representación, termina cayendo sin vida delante del lugar que ocupa el rey Alfonso XIII. Intentaba entregarle algo, pero le faltaron las fuerzas. El médico que la atiende en primera instancia descubre que lo que la Ermitaño guardaba entre sus ropas era una petaca con el escudo de los Borbones.

Antolina, una profesora de niños especiales, acude a un oscuro comercio de juguetes en la madrileña calle Postas, trasn haber recibido una extraña carta citándola allí. En la tienda conocerá a Román, un joven que se ha hecho cargo del negocio de su padre y, en el sótano, asistirá al estremecedor funcionamiento de un autómata que parece predecir la muerte de la maestra.

Marcela, una joven dramaturga que aun espera una oportunidad y que suele acudir a las tertulias que Enrique Jardiel Poncela organiza en su casa, sufre un intento de asalto al salir del domicilio del autor. Tiene en su poder la petaca que le entregó su padre, el doctor Arellano, tras la muerte de Ana Ermitaño. En su huída, consigue la ayuda de Hernán Ruiz, el sereno de la zona, gracias a la cual puede escapar. A él le entrega la petaca y le da su dirección para que se la lleve al día siguiente. Pero cuando Hernán acude al domicilio, descubre que Marcela no ha aparecido por allí y que el doctor ha desaparecido. Ello le llevará a ponerse en contacto con Jardiel Poncela para contarle lo que ha sucedido y ambos comenzarán a investigar qué ha ocurrido y qué hay detrás de todo.

Los destinos de todos estos personajes se van a ver unidos detrás de un misterio que parece no tener solución y que se va complicando a cada paso. Moviéndose en el Madrid que queda más oculto a la vista de todos, irán sumergiéndose en lugares oscuros en los que se enseñorean personajes más ocuros aun. El peligro se irá haciendo cada vez más presente para ellos mientras la situación política y social se está volviendo un avispero.

Como bien resume Marcela a mitad de la novela: "Un sanatorio infantil secreto, el sobre en la pitillera que no pudo entregar al rey, cruceiros para enterrar niños sin bautizar, cementerios ambulantes, timbas para juegos suicidas, una actriz millonaria en bancarrota, un antiguo novio morfinómano, un amante joven al que nadie conoce, un hijo secuestrado después de muerto, la panda de asesinos de Unión Patriótica... sin incluir al fantasma que donó su cuerpo y el de sus amigotes a las ciencia."

Pero hay más. Mucho más. Y una vez dentro es muy difícil escapar.

UNA MORGUE PARA ENANOS EN UN TALLER DE MECÁNICA.

La frase anterior la usa Juan Ramón Biedma para ilustrar lo que siente Antolina cuando baja al sótano de la juguetería y ve montones de muñecos y autómatas despiezados en mesas de trabajo. Ninguno está completo ni acabado, pero seguramente podrían haberlo sido. La imagen es tan absolutamente genial que tenía que usarla de algún modo. Y quizá todo el argumento de la novela es un poco eso: muchas piezas que están ahí, esperando a ser ensambladas.

El protagonismo de Jardiel Poncela en esta novela es el pago de una "deuda de honor" de
Biedma con él. Gran admirador de la obra pero, sobre todo, de la personalidad de Jardiel, ponerle al mando, como si de un detective se tratase, de una investigación llena de terrenos pantanosos y cargada de peligros es, desde luego, una gran idea. Jardiel es uno de nuestros "olvidados", autores brillantes que caen en una especie de zona muerta o que son, sin que puedan defenderse, tildados de apoyar tal o cual causa o política sin ser cierto. Hijo de un periodista y una pintora, estudió en la Institución Libre de Enseñanza y su amistad con Ramón Gómez de la Serna le hizo replantearse su modo de entender la literatura. Seguidor de las vanguardias, tan en boga a principios del siglo XX, hay en sus obras mucho de novedoso y de transgresor. Y mucho de ese humor suyo casi absurdo, lleno de sarcasmo e ironía.

Como ya sucedía con Londres en "Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado", Juan Ramón nos va a sumergir, sin bombona de oxígeno posible, en los barrios, calles y lugares más oscuros y peligrosos del Madrid de los años 30. Pasearemos también por sus zonas más conocidas, las que todo el mundo ve y disfruta, pero a lo largo de las páginas veremos como las realmente importantes son las primeras: esas que están pero que nadie quiere ver y que se niegan, aunque sea en susurros. Nos encontramos en un periodo especialmente crítico en la política española: el dictador Primo de Rivera ha decidido mandar una carta pública pidiendo el apoyo del ejército ante su cada vez más precaria situación en el poder. El rey tampoco cuenta con demasiados apoyos, hay un descontento social que no deja de crecer y mucha sordidez que sale a la luz en cuanto se rasca un poco la superfcie.

La investigación y los avatares por los que van transcurriendo los protagonistas se van a ir entrecuzando con una historia paralela: los sucesos que están teniendo lugar en la mansión del Conde de Alivenza, en la que, mientras se celebraba el velatorio del conde, éste se levantó como si tal cosa, pidió su tabaco y se encerró en la bodega. La casa se va llenando de gente de todo tipo y condición provocando situaciones que rozan lo surrealista, muy acorde con el tono de muchas obras de Jardiel.

Juan Ramón Biedma usa en esta novela una mezcla brillante entre la narración tradicional con los diálogos en forma teatral, algo que, en mi opinión, le da una gran ligereza a los mismos. Esta mezcla de estilos era también muy del gusto de Jardiel Poncela que, como buen seguidor de las vanguardias, solía utilizar este tipo de mixturas. Y no sólo me parece brillante este modo de escribir la historia, sino también su fantástico uso de algunos recursos literarios (esa genial aliteración al describir la sordidez de un callejón: "renegrido rancio roto rezumante retorcido") que a veces se  nos clavan como puñales, igual que ocurría en su novela anterior.

Pero también, siguiendo de nuevo a Jardiel, utiliza su parte más hilarante y satírica, esa que siempre ha conseguido arrancarme carcajadas en su teatro. Como en esta pequeña perla:
"Hernán conduce a poca velocidad, con el ojo puesto en el plano dibujado sobre una hoja que su amigo Deburau ha colocado encima del salpicadero con el encabezamiento GPS y una nota explicativa al pie: Guía Para Subnormales". O usar el recurso de la frase repetitiva en boca de un personaje, como en el caso de Herminio, el joven ayudante del doctor Arellano, que cada dos por tres repite "pues para que usted vea", al igual que hacía, por ejemplo, la criadita Práxedes en la inolvidable (y una de mis favoritas) obra de Jardiel "Eloísa está debajo de un almendro" repitiendo a cada paso, como una ametralladora "ah, bueno, por eso".

Además de los protagonistas, que están acompañados de un buen número de secundarios a cual más pintoresco, tenemos también una protagonista en elipsis: Ana Ermitaño. Sólo aparece en las tres primeras páginas de la novela pero, a medida que ésta transcurre, iremos conociendo su vida, sus amores, sus tristezas, su desgarro interno, su relación con todo lo que sucede. Una actriz de raza con muchas luces pero también, por desgracia, muchas sombras. Y entre los secundarios destacaría a la pareja de policías que, ante cualquier situación, recitan pasajes de "La venganza de Don Mendo", de Miguel Mihura, otra de mis obras favoritas. Doble goce.

Es fantástica también la recreación del Madrid de la época que delata una minuciosa labor de investigación y documentación. Llegan a aparecer los espejos deformantes del Callejón del gato, que Valle Inclán hizo famosos en "Luces de Bohemia" y que simbolizaron a la perfección el esperpento y la distorsión de la realidad para Max Estrella. Caminaremos por la Gran Vía, por los alrededores de la Plaza Mayor, por la calle Gonzálo de Córdoba, domicilio de Jardiel en pleno Chamberí, por la Plaza de Santa Ana y el Teatro Español... pero también por las zonas más degradadas como el Lavapiés de las calles estrechas, el Real Canal del Manzanares, las casas de prostitución como la de Costanilla de los Desamparados. Un Madrid como ciudad preciosa, cosmopolita, llena de vida y cultura pero que también esconde muchos pozos llenos de putrefacción. Incluso hoy día.

La acción no decae ni un momento, se mantiene y va creciendo dando, de cuando en cuando, giros que nos dejan boquiabiertos por inesperados y por lo que conllevan para los protagonistas. Muy bien narradas las escenas de acción, que nos transmiten la angustia y el miedo de quienes las viven. Y un sobresaliente, como de costumbre, para descripción de los lugares más ocuros, esos que albergan pequeñas "paradas de los monstruos" con los desechos de la sociedad. Esto es marca de la casa en Biedma y creedme que lo borda.

Si aun no habéis leído nada de este autor, hacedlo cuanto antes. Os volverá adictos y ya no querréis escapar del universo Biedma.

...Y UN ATRACO A MANO ARMADA.

Abusando un poquito de la confianza de Juan Ramón y de su gran amabilidad para conmigo en todo momento, me permití remitirle una pequeña entrevista para adornar con sus palabras esta reseña. Aquí os la dejo. Que sean sus palabras el mejor cierre.


1.- ¿Cómo te planteas cada nueva novela? ¿Te surge una idea y vas desarrollando desde ella o tienes planificada la historia desde el primer momento?

Nunca tengo muy claro cuál es el punto de partida de mis historias, que se pierde en lo más espeso de mi subconsciente, pero una vez materializado el proyecto, mi trabajo de planificación es sistemático hasta lo absurdo.

2.- En tus novelas la ambientación es fundamental, de hecho las ciudades pasan a ser un personaje más. ¿Te documentas previamente para todos los detalles o vas buscando información según te va surgiendo la necesidad?

Aunque con frecuencia, a la hora de escribir sobre un pasaje, debo volver a completar detalles, la labor de documentación es siempre previa y así lo recomiendo en mis talleres de creación literaria; es sorprendente la enorme cantidad de ideas y sugerencias que nos aporta la localización física de las diversas secuencias.

3.- Has colocado al dramaturgo Jardiel Poncela en “La lluvia en la mazmorra” como protagonista. ¿De dónde viene el interés sobre su figura? ¿Tenías la historia pensada y le incluiste como protagonista o construiste la novela alrededor de Jardiel?

El interés por Jardiel me viene desde que leí la primera de sus obras teatrales, siendo muy niño, y esta historia me viene acompañando también desde hace mucho, así que me resulta imposible definir cuando el uno se sumó a la otra.
Sí tengo claro que, una vez tomada la decisión de incluir a Jardiel como personaje, las circunstancias de la novela fueron mutando y creciendo, enriqueciéndose, para dar cabida a una figura de sus escuetas –apenas uno sesenta- pero personalísimas dimensiones. Y que el propio escritor tuvo la deferencia de adaptarse a las necesidades de la trama.

4.- ¿En tus novelas tienen cabida las improvisaciones? Quiero decir ¿has optado por cambiar algún pasaje o el carácter de algún personaje, alejándote de la idea inicial?

Decía García Márquez que lo más difícil es mantener el tono de una novela, conservar la línea de una historia que un escritor monta, por ejemplo, en un periodo depresivo de su vida y termina escribiendo en momentos exultantes. Desde luego que hasta un autor tan insoportablemente metódico como yo va desarrollando y modificando el guión de su obra. No siempre para mejor, aunque el tiempo suele jugar a nuestro favor.

5.- El Madrid de la época de “La lluvia en la mazmorra” era convulso, complicado y, físicamente, muy diferente del de hoy día. ¿Qué es lo que más te ha gustado descubrir de la ciudad de esa época? ¿Y de la actual?

Lo bueno ha sido ir invocando fantasmas por los más intrincados rincones de Madrid, persiguiendo a veces un rastro casi perdido, hasta dar con ellos. Lo mejor, descubrir que en nuestros días, detrás de las anchas avenidas, los rascacielos y los centenares de miles de vehículos, seguían estando allí.


6.- Los sucesos que ocurren en casa de los condes Alivenza tienen ese cierto aire surrealista que adornaba las obras de Jardiel, al igual que muchos diálogos y frases, que tienen su sello. ¿Crees que Jardiel fue un incomprendido en su época, tanto literaria como políticamente? ¿Que aún lo es a pesar del tiempo transcurrido?

Jardiel era profundamente individualista, su principal compromiso estaba centrado en su creación artística, y creo que era consciente de que terminaría pagando un alto precio por vivir de forma coherente con sus ideas. Por desgracia, tantas décadas después, a pesar lo indiscutible de su talento, su figura siendo analizada -como se malinterpreta tanto en este país- a través del observatorio de la incultura y la cerrazón que mantienen cerradas las fronteras de la inteligencia ante los aires de renovación y el espíritu poco concesivo.










sábado, 12 de marzo de 2016

LA FUENTE DE ORO de Juan Pedro Cosano

Esta reseña participa en la Yincana Histórica de los blogs Negro sobre blanco y De tinta en vena. Hoy, 12 de marzo, en la casilla dedicada a acción que transcurre en el siglo XX. También es el colofón a la lectura conjunta de “La fuente de oro” de Juan Pedro Cosano.


Cuando se convocó la lectura conjunta de esta novela me llamó la atención el título y el resumen que se ella se hacía, aunque, he de confesarlo, esa historia de amor entre Beltrán de la Cueva y Lele Gavilán que se anunciaba me hizo torcer un poco el gesto. Supongo que, como siempre, debido a mi peculiaridad con ese tema: soy una romántica empedernida, cierto, pero generalmente con las novelas o el cine “de amor” (como decía mi abuela) me suelo sentir estafada. No porque no sean románticas y hasta apasionadas, sino porque jamás consigo sentirme identificada. Esos hombretones que no caben por las puertas, fornidos, guapos a reventar y dispuestos a lo que sea por la mujer de sus sueños. Esas protagonistas femeninas tan espectacularmente bellas, con tipazo, impecables siempre, ingeniosas y con carisma. Al final me ratifico siempre en la conclusión de que el amor y la pasión son sólo para ese tipo de personas. A los demás que nos vayan dando.

Al margen de esta consideración, personalísima y que, es verdad, destila cierto rencorcillo, me interesó sobre todo la época en la que estaba ambientada la novela y el lugar, Jerez de la Frontera. Cádiz me enamoró cuando lo conocí y, además, al haber empezado a leer un poquito más tarde que los demás participantes en la lectura conjunta, me trajo las impresiones de buenas lectoras que hablaban de una ambientación fascinante. Me rendí por completo para encontrarme con una trama que me enganchó desde las primeras páginas y con unos personajes que han sabido conquistarme casi más por sus contradicciones y cambios que por su innegable atractivo. Que también. Definitivamente mis convicciones vuelven a saltar por los aires sin pudor.

EL AUTOR: JUAN PEDRO COSANO

Recojo unos pequeños datos biográficos extraídos de la solapa del libro y de algunas webs.


Nacido en Jerez en 1960, es Licenciado en Derecho por la Universidad de Cádiz, concretamente en la primera promoción de la Facultad de Jerez. Se especializó en Derecho Penal y actualmente lo compagina con el Civil y el Mercantil. Es titular del bufete jurídico Cosano y Asociados S.L.P de Jerez de la Frontera, aunque su actividad no queda restringida geográficamente a la zona, sino que presta sus servicios por todo el territorio nacional.

En 2014 ganó el Premio Abogados de Novela por “El abogado de los pobres” cuyo protagonista vio nuevamente la luz en 2015 con “Llamé al cielo y no me oyó”. Es también autor de las novelas “Hispania” y “Las muertes pequeñas” y del poemario “La noche calma y otros poemas”.

JEREZ, AÑOS 30

En una época que empieza a ser convulsa políticamente, conocemos a Beltrán de la Cueva, único heredero de las Bodegas Beaumont de Jerez. Beltrán estudia Derecho en Madrid o, al menos, eso es lo que quiere hacer ver, aunque prefiere dedicarse más a asuntos más mundanos que terminan generalmente de madrugada o en brazos de alguna amante. Su padre le requiere para que empiece a conocer la bodega y regrese al hogar familiar, sobre todo tras la dimisión de Primo de Rivera. Incluso tiene una candidata impecable para un matrimonio “de campanillas”, Sonsoles Domecq, hija de otra importante saga de bodegueros de Jerez.

Beltrán mantiene desde hace tiempo una extraña y oculta relación con su prima Maravillas, mayor que él. Una relación que, a pesar de ser un secreto, parece que alguien conoce porque Beltrán recibe cada cierto tiempo una carta en la que ese alguien así lo manifiesta, pero sin chantajes ni ninguna petición concreta.

Por su parte Lele Gavilán, hija de una familia humilde y trabajadora, ha aprendido desde pequeña a servir para ganar algún dinero que ayude en su casa. Es alegre, bien dispuesta y sensata y, en ocasiones, es contratada puntualmente en el Casino de Jerez cuando hay eventos o fiestas especiales. En una de esas ocasiones, en la Nochevieja de 1929, las miradas de Beltrán y Lele coincidirán por primera vez. Pero serán sólo eso: miradas. Lele, poco después, conocerá a Antonio Barea, el dependiente de una lechería, con quien empezara un noviazgo más o menos formal. Barea se mueve dentro de los movimientos sindicales y anarquistas que por aquel entonces bullían por todas partes y que buscaban un cambio radical de la política y la sociedad al precio que fuese.

Una falsa acusación de robo en la casa en la que sirve Lele hace que ésta sea despedida y acabe trabajando como operaria en las Bodegas Beaumont. Será allí donde de nuevo cruce la mirada con Beltrán pero, esta vez, para cruzar también la distancia y la frontera física y social que los rodea. Todo ello con el trasfondo de una España cada vez más caótica y violenta que sacudirá las vidas de los protagonistas y de sus familias, hasta cambiar por completo sus destinos.

REDENCIÓN

Con estos antecedentes podemos pensar que estamos ante una novela de tintes románticos con un periodo histórico complicado como fondo. Pero nada más lejos de la realidad. Sí, es una historia de amor. Y sí, también el telón que ampara esta historia son años duros, complejos y que acabarían en una guerra fratricida que aun parece latir en las venas de muchos. Por desgracia. No os dejéis engañar por las apariencias: la historia del señorito jerezano que seduce a una de sus trabajadoras no es realmente lo importante. Lo importante es conocerles, contemplar cómo van cambiando, cómo todo lo que sucede a su alrededor les marca a fuego, cómo toman decisiones que les afectarán a ellos y a los que les rodean.

Importante es también como el autor nos va enseñando, casi paso a paso, todo el contexto histórico pero desde la perspectiva de Jerez, alejada de la capital y, por tanto, algo al margen de las grandes decisiones y hechos importantes. Aunque todos ellos les incumban y les influyan. La explosiva situación de los trabajadores pondrá a Beltrán, como propietario de la bodega, en una complicada situación al igual que afectará a Lele en su relación con Antonio, cada vez más radicalizado. Las nuevas elecciones, la llegada de la república, la tensa situación política prebélica se van encarnando en la encorsetada y clasista sociedad jerezana, afectando a las decisiones y actos de los protagonistas. Y lo hacen con sucesos que darán un vuelco, o más bien varios vuelcos, a lo que, en principio, podría parecer una historia más al uso.

Esa, creo, es la magia de “La fuente del oro”. Que se reinventa constantemente con giros inesperados. Beltrán, el señorito acostumbrado a conseguirlo todo, el manipulador, el crápula, consciente de su irrefrenable atractivo, se descubrirá como un hábil negociador ante los trabajadores pero también como un despiadado manipulador cuando la situación le pone a prueba. A pesar de ello será incapaz de averiguar quién se encuentra detrás de las cartas anónimas que conocen su historia con Maravillas. Acostumbrado a hacer su santa voluntad, es capaz de casarse y tener hijas mientras mantiene una vida paralela con Lele sin sufrir por ello ni molestarse en guardar las apariencias. Quiere convencerse de que su pasión por Lele es sólo física, pero el tiempo va pasando y es incapaz de separarse de ella.

Lele Gavilán ha vivido siempre acostumbrada a obedecer y a trabajar para otros. Pero Beltrán es el sueño de amor que se le pone ante los ojos. Y aunque sabe que no debe, que no puede salir nada bueno de todo eso, se rinde. La hermosa aliteración del nombre de Lele Gavilán, con esas “l” que le dan sonido de ligereza y batir de alas, se contrapone con la fuerza de carácter que es capaz de demostrar dentro de la absoluta pasión que Beltrán le causa y que la anula para tomar ciertas decisiones… hasta que llegue el momento de tomarlas sin remedio. Es ella la que renuncia a su familia, a la vida que llevaba, incluso a sus convicciones. Es ella la que se queda sola, la que es mirada como una apestada, como “la querida”, por parte de esa sociedad jerezana hipócrita capaz de justificar los devaneos de los adinerados y echar a los pies de los caballos al resto. Beltrán ni sabe ni quiere verlo. Y cuando lo haga será tarde.

No podremos evitar sentir una simpatía casi tierna por Sonsoles, la esposa de Beltrán, conocedora de lo que sucede pero sin nombrarlo, elegante y señora, dulce y educada pero también resignada por el amor que siente. Beltrán siempre la tratará con cierto cariño y dedicación, sin ser consciente de cuánto la humilla en ocasiones, como en el episodio de Gibraltar. La otra cara de la moneda la pone Isabelino Ruiz, un personaje que parece esconder siempre una amenaza contra quien tiene delante, sibilino, interesado y con una habilidad natural para estar siempre en el bando vencedor. Y, a pesar de ello, habrá un momento en que nos sorprenderá.


“La fuente de oro” es también una novela de paisajes, de olores, de color. Juan Pedro Cosano describe con una riqueza excepcional las calles de Jerez, las bodegas, los campos de vides hasta que consigue integrarnos con ellos.

Aunque no conozcamos Jerez será como si paseemos por sus calles y ante sus fachadas. El olor del vino, de las uvas, del perfume que usa Lele… sin verlos podemos sentirlos. Como el olor del sol o del otoño, el del miedo, el de la guerra en ciernes. También fantásticas las descripciones del Madrid de la época, tanto las del Beltrán estudiante como las de la última parte, devastado por el conflicto y con el temor tras cada esquina, pero queriendo volver a recuperar su esencia.

Con un lenguaje rico, preciso, lleno de matices y, a veces, hasta poético, el autor nos traslada a los lugares que describe pero también nos hace sentir a los personajes. Podemos amar, sufrir, llorar, desesperarnos, aterrarnos, empaparnos de felicidad con ellos. Hay mucho de sensorial en la novela. No sólo en la capacidad de Cosano para hacernos ver, también para sentir el tacto de una tela o una piel, el sabor de un vino o un beso, el ruido de la madera o de unos pasos.

Lo mejor de la novela, y ya lo anticipaba al principio, es la evolución de Beltrán y de Lele. Su amor trasciende al tiempo y a las ausencias, a la sociedad que les rodea, a la desgracia y a esa felicidad que alcanzan sólo a ratos. Un amor que será, para Beltrán, una redención absoluta cuando al fin entienda hasta dónde llega. Pero eso es mejor que lo descubráis vosotros.

miércoles, 9 de marzo de 2016

SORTEO DE "EL RUISEÑOR" DEL BLOG DE LECTOR A LECTOR

Cuando inauguré este blog ya dejé claro que lo de apuntarme a iniciativas, sorteos o lecturas conjuntas iba a depender mucho de quién las organizara y del tiempo del que pudiera disponer. En este caso, me gusta que sea en el blog de mi querida Concha, con la que me une una buena amistad desde hace tiempo. Aparte del sorteo, se organiza una lectura conjunta a la que me uniré si, como consta en las bases, tengo la fortuna de ser agraciada con uno de los ejemplares.

Aquí os dejo el banner , por si os animáis.

domingo, 6 de marzo de 2016

"UN DÍA DE CÓLERA" de Arturo Pérez Reverte

Esta reseña participa en la Yincana Histórica de los blogs Negro sobre blanco y De tinta en vena , en el apartado de "Homenaje a Arturo Pérez Reverte".



Polémico, ácido, ingenioso, divertido, creador de odios incendiarios y admiraciones inamovibles, Arturo Pérez Reverte es uno de esos autores a los que llevo siguiendo casi desde que empezó a escribir. Y, por encima de todo, admiro profundamente la forma que tiene de narrar hechos históricos mezclando un corrosivo sentido del humor con la crónica desde dentro, como si hubiese estado allí. Imagino que su experiencia como corresponsal de guerra ayuda a estos menesteres, como bien se aprecia en la genial "La sombra del águila", que creo de lectura obligada. Nunca la historia nos hizo reir a carcajadas como en lo consigue don Arturo en sus páginas. El libro que hoy os traigo, "Un día de cólera", me llegó especialmente al corazón porque nos va a contar, casi minuto a minuto, los sucesos del 2 de Mayo madrileño. Alternando escenarios, con una documentación brutal y poniendo voz y sentimientos a los personajes, el levantamiento popular se nos muestra brutal, descarnado y profundamente humano. Pura emoción desde la primera página.

EL AUTOR: ARTURO PÉREZ REVERTE

Qué puede decirse de don Arturo que no se haya contado ya. Que cuenta con mis simpatías no es un secreto, aunque hay obras suyas con las que me he peleado y hasta he llegado a aborrecer, pero sólo por haber creado al capitán Alatriste le estaré eternamente agradecida.

Nacido en Cartagena en 1951, desde muy joven fue reportero de prensa escrita, radio y televisión cubriendo conflictos bélicos por todo el mundo, como la guerra de Eritrea, la del Líbano, la de las Malvinas, el Chad, Nicaragua, El Salvador... Desde 1991 publica cada domingo una página de opinión en XL Semanal que se distribuye con 25 diarios diferentes en España. Su primera novela, "El húsar", se publicó en 1986 y, desde entonces, su producción literaria no ha dejado de crecer. Traducido a más de 40 idiomas y con unos cuantos galardones en su haber, no parece tener intención de dejar de escribir. Y muchos se lo agradecemos de corazón.

Sus mayores éxitos se los ha dado Diego Alatriste, que se ha convertido en un personaje con entidad propia que cuenta con legiones de seguidores, siempre a la espera de una nueva aventura. Llegó a llevarse al cine en una producción muy ambiciosa, pero, para mi gusto, sólo se salvaban la espléndida fotografía y la escenografía. Y, por supuesto, el estupendo Viggo Mortensen, a pesar de su acentazo porteño.

Ingresó en la Real Academia de la Lengua en 2003, en el sillón de la T mayúscula.


MADRID SE LEVANTA CONTRA EL INVASOR


"El mejor ejército del mundo es un español cabreado y con un fusil". Esta frase, puesta en boca de nuestro heroe, el capitán Pedro Velarde, resume de manera magistral lo que va a ser la trama de la novela. Napoleón ya dijo en sus memorias que el mayor error que había cometido en España fué habernos dado algo contra lo que luchar. La invasión francesa hizo que dejásemos de lado nuestras habituales disputas, broncas y puñaladas en la espalda para enfrentarnos a un enemigo común.

Y la mecha de esta lucha estuvo en Madrid, con un levantamiento popular que nadie se esperaba. Brutal, sin organización ni apoyo de los altos estamentos ni del ejército, salvo las muy honrosas excepciones de los capitanes Daoiz y Velarde, el teniente Ruiz, algunos mandos menores y soldados que osaron desobedecer las órdenes de no atacar a ningún miembro del ejército francés. De todas maneras, los destacamentos militares tampoco podían hacer gran cosa, ya que no se les permitía llevar munición en las armas. Pero la triste realidad es que nadie movió un dedo para ayudar a los sublevados, ni siquiera la Junta de Gobierno que ostentaba el poder en nombre del impresentable del séptimo de los fernandos, y que ya se había cargado por las bravas un intento de sublevación previo, meses antes.

La novela nos va a narrar desde las primeras horas de aquel 2 de mayo hasta los ignominiosos fusilamientos en la madrugada del día 3. Don Arturo nos va llevando por todos los escenarios: la concentración popular frente al Palacio Real para que no se llevasen al infante Don Francisco de Paula, que acabó disuelta a cañonazos; la Puerta del Sol, abarrotada de gente que aguantó la carga de los mamelucos casi sólo con sus manos; la Puerta de Toledo y sus calles adyacentes, intentando frenar el ataque de los coraceros. Y, sobre todo, la gesta que no debe ser olvidada del Cuartel de Monteleón.

Pondremos rostro y voz a personajes del pueblo madrileño, personajes reales que participaron en el levantamiento. A los héroes de Monteleón, que sabiendo que defendían algo imposible, lucharon como leones hasta el final. A los políticos que miraron a otro lado. A los anónimos que se decidieron a echarse a la calle a luchar con la rabia de los oprimidos. Con una acción que va creciendo a cada paso, al igual que la tensión en las calles de Madrid, "Un día de cólera" es un relato, mezcla entre periodístico e histórico, que emociona y llega a erizar la piel.

¡¡MUERTE A LOS FRANCESES!!

Soy madrileña castiza, nacida en Chamberí, bautizada en La Paloma y he vivido bastantes años en la zona del Rastro, cerquita de la Ribera de Curtidores y la Plaza de Cascorro. Y soy también una enamorada de mi ciudad, de sus monumentos y de su historia, por eso esta novela, desde que la leí por primera vez, me llega al corazón. Pérez Reverte utiliza en este libro nombres de personas reales que aparecen en los archivos y registros oficiales como participantes o fallecidos en la rebelión popular del 2 de Mayo en Madrid. Con ellos adorna una realidad compuesta de pequeñas historias haciéndola moverse de un lado a otro de la ciudad, como si fuese un torbellino girando sin parar.

La acción se va desarrollando en forma de ola, desde las primeras horas de aquel 2 de Mayo, en el que ya se masticaba en el ambiente la tensión y el que algo se preparaba, hasta que la revuelta estalla con toda su crueldad, manteniendo un hilo de tensión constante que sólo cae tristemente en la tarde, la noche, la madrugada y el aplastamiento de los rebeldes por parte del ejército francés.


Impresionan por su realismo y crudeza las escenas, casi fotográficas, de la carga de los mamelucos en la Puerta del Sol, donde se congregan cientos de madrileños dispuestos a partirse la cara y el pecho contra quien sea. La imágen del famoso cuadro de Goya sobre este hecho no se te aparta de la cabeza. El pueblo de Madrid desarmado, con sólo navajas, aperos de labranza o las tijeras de sus quehaceres, lanzándose contra soldados armados hasta los dientes y a galope de caballo. Echándose bajo las patas de los animales para hacerlos caer, destriparles, conseguir que el jinete quede a su merced para masacrarlo. Cierto que era salvaje, pero las humillaciones padecidas, la soberbia de Murat y las tropelías de los soldados franceses tenían muy calentitos a todos. Una y otra vez intentan pasar las tropas a caballo y muchos mamelucos caen, ya que cuentan con la desventaja de tener que entrar de pocos en pocos a la plaza desde la calle de Alcalá. Pero también muchos más madrileños mueren peleando en un combate absolutamente desigual.

La historia paralela de nuestros heroes, los capitanes Luis Daoiz y Pedro Velarde y el teniente Jacinto Ruiz, aparece tan humanizada, tan grande en su tragedia, que nos hace pensar en lo que unos pocos son capaces de hacer cuando la indignación nos crece dentro  Ambos capitanes son dos caras de una misma moneda: Daoiz es responsable, disciplinado, serio a pesar de su origen andaluz ; Velarde, su contrapunto más rebelde, hubiese sido capaz de salir solo a batirse con los franceses si le hubiesen dejado. Ruiz es soldado de casta, que se batirá durante horas casi ahogado por el asma y la fiebre que le consume.

Daoiz y Velarde habían sido humillados meses antes por la Junta de Gobierno, al haber hecho fracasar el intento de levantamiento previo y son mirados con mucho recelo por los altos mandos españoles y franceses. Daoiz pretende no meterse en muchos follones hasta que el ruido de la batalla que se libra en las calles y el espíritu indomable de Velarde le hacen reaccionar, rompe las órdenes de no atacar a los franceses, entrega armas al pueblo y se presta a una defensa del Cuartel de Monteleón a sabiendas de que lo que hagan van a hacerlo solos, que nadie vendrá en su ayuda ni les apoyará en la lucha. Sabe que van a morir y no se aparta.




Impactante es también la defensa que se hace de la entrada a Madrid por la Puerta de Toledo. Gente de todo tipo, generalmente de baja condición, se apresta a impedir o, al menos, retrasar lo que se pueda la llegada de un ingente cuerpo de tropas francesas que quieren entrar por ese lado desde los Carabancheles. Cruzan barricadas, se emboscan, se disponen a la lucha sin armas de fuego y atacan con al desesperación y el valor ella da. Acuchillan, despedazan, revientan los vientres de las caballerías.... y mueren a montones, abatidos por una fuerza infinitamente mayor en número y en armamento.

Reverte va cambiando de un escenario a otro, manteniendo una tensión de la que no te puedes sustraer y que se va desbordando a medida que va avanzando la mañana del 2 de Mayo. Intercala anécdotas, descripciones, pequeños guiños de humor para darte un respiro puntual entre unas y otras. Usando un lenguaje ágil, intenso, tan próximo que nos parece estar viendo lo que sucede y hasta oliendo la pólvora, nos sumerge dentro de esa marea que está cubriendo Madrid. Consigue que acabes sintiéndote tan identificado con los que luchan contra las tropas francesas que casi te dan ganas de aplaudir y dar hurras cuando el capitán Luis Daoiz, herido de muerte, atraviesa con su espada el pecho del general Lagrange, que comandaba las tropas que cercaban por todos lados el cuartel de Monteleón.

La llegada de la tarde es el final de la ola y toda la narración se cubre de una tristeza infinita. La rebelión popular ha sido machacada, los cadáveres alfombran calles enteras de Madrid, las gentes tratan de ocultarse, mientras los soldados franceses se dan cumplida venganza en todo aquel que se cruza en su camino. Tristeza en el silencio, roto por las descargas de fusilería. Tristeza en los supervivientes, que saben que habrán de huir para salvar la vida. Trsiteza en la forma en que los cadáveres de Luis Daoiz y Pedro Velarde son llevados a hurtadillas a un lugar oculto, oscuro y penoso hasta que puedan ser enterrados con un mínimo de dignidad. Allí quedarán esa noche oscura, velados sólo por un ayudante de Daoiz, que llora con desconsuelo la derrota, la humillación, la pérdida de sus amigos.

La madrugada se va a cobrar más de cuatrocientas muertes en los famosos fusilamientos de la montaña de Prícipe Pío. La leyenda cuenta que Goya, terriblemente impresionado por estos hechos, tuvo que pintarlos inmediatamente para no olvidar ni un sólo detalle, pero lo cierto es que tardó casi seis años en plasmar este horror en su obra inmortal. Otra historia curiosa es la de Manolita Malasaña, heroína de esta jornada, y de la que apenas se sabe gran cosa excepto que figura como fallecida en los registros. La hipótesis más posible es que muriese, como cuentan algunas crónicas, en la defensa del cuartel de Monteleón, mientras llevaba munición a su padre. Actualmente, en el emplazamiento del cuartel , se levantan las calles de Malasaña, Daoiz, Velarde, Ruiz, Monteleón y Divino Pastor, así como la Plaza del Dos de Mayo. Se conserva únicamente el arco de la puerta, frente al que murieron los héroes de Madrid. Si venís por Madrid y pasais por allí, tratad de imaginarlo.





Lo más triste es que el pueblo de Madrid luchó por un rey, su rey, y por su libertad, mientras el muy impresentable estaba tirado a la bartola en Bayona, aplaudiendo las "hazañas" de Napoleón en España y haciendo compañía a sus abúlicos padres y al impresentable de Godoy. Y lamentable también es saber que en determinados barrios "pudientes" de la capital no sucedió nada en absoluto, porque sus habitantes estaban más empeñados en hacerle la pelota a Murat que en ponerse del lado de sus compatriotas. La Junta de Gobierno, pendiente siempre del sol que más calentaba, con el paso de los meses corrió al lado del hermano imperial, José, cuando se le regaló la corona y volvió a dejar tirados a los españoles. Las partes dedicadas a estos personajes destilan bien a las claras el desprecio de Reverte por ellos. Por suerte, la llamita que comenzó a lucir en Madrid a pesar de la tragedia, terminó por prender por toda la geografía.

En el Paseo del Prado, un poco más arriba del Museo, en la Plaza de la Lealtad, se levanta un monumento que hoy está dedicado a los Caidos por España, pero que fué erigido en 1840 como homenaje a los heroes del 2 de Mayo. Allí descansan las cenizas de muchos de los fusilados la madrugada del día 3 y también los restos de los capitanes Daoiz y Velarde, que habían estado en San Isidro el Real. Me gusta pararme un momentito siempre que paso por delante a rendir homenaje. Y sonreir a medias cuando recuerdo al visceral Velarde saliendo en estampida del despacho de donde pretendían que no saliese, para a apoyar la rebelión al grito de "¡A batirse! ¡A batirse!". Soy madrileña. Lo suscribo.